Me alegra estar con ustedes para celebrar la fiesta de la Santísima Trinidad, que es el misterio central de nuestra fe y de la vida cristiana. Creemos en un solo Dios en la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Dios Padre que es el creador, Dios Hijo que es el redentor y Dios Espíritu Santo que es el santificador. Tres personas y un solo Dios.
Es un día en el que hemos de pensar y maravillarnos en la existencia y esencia de Dios y en nuestra relación con cada una de las Personas Divinas, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Dios que nos ha creado y que quiere estar cerca de nosotros y ser el centro de nuestra vida.
En las lecturas de la Misa de hoy se nos habla de cómo Dios quiere estar con nosotros. Por eso nos ha dado los mandamientos, nos ha hecho hijos suyos y nos promete estar con nosotros hasta el final de los tiempos.
En la primera lectura de la Misa de hoy Moisés nos dice:
“Reconoce, pues, y graba hoy en tu corazón que el Señor es el Dios del cielo y de la tierra y que no hay otro”.
Dios está con nosotros en nuestros corazones. Dios, que hizo el cielo y la tierra, y que nos creó a cada uno de nosotros nos conoce y nos quiere personalmente.
Somos muy importantes para Dios. Siempre tenemos que tenerlo presente y, aunque a veces tengamos situaciones difíciles, debemos confiar en el plan de Dios para nuestras vidas.
En la segunda lectura del Apóstol San Pablo nos dice:
“Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios.”
Somos hijos e hijas de Dios. Es verdad que somos hijos e hijas de nuestros padres, pero, no podemos olvidarnos, de que también somos hijos e hijas de Dios, que es nuestro Padre en el Cielo.
Si lo pensamos bien, siempre nos dará mucha paz saber que Dios nos quiere a cada uno como sus hijos preferidos.
Y como dice San Pablo:
“Y si somos hijos, somos también herederos de Dios y coherederos con Cristo, puesto que sufrimos con él para ser glorificados junto con él.”
Cuando pensamos y vivimos como hijos e hijas de Dios, tenemos la confianza de que Dios está con nosotros y que siempre nos ayudara en nuestras necesidades.
Dios está siempre con nosotros, en los tiempos buenos y bonitos y en los difíciles, cuando estamos contentos o cuando tenemos una tristeza. Y por eso es tan importante confiar en Dios. ¡Y acudir a él siempre! Cuando estamos contentos y cuando tenemos una preocupación.
Nunca estamos solos. Dios está siempre con nosotros.
Finalmente, en el pasaje del Evangelio, Jesus nos dice:
“Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
En la medida en que aceptamos la presencia de Dios en nuestra vida, nos sentimos más animados a compartir con los demás la alegría de nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Una vez más hemos de recordar que Dios Nuestro Señor quiere que, cada uno de nosotros, con alegría y sin miedo podamos compartir nuestra fe con los demás porque sabemos que Dios es muy bueno y nos quiere mucho personalmente a cada uno. Que nos ha dado el regalo de la vida y que quiere que seamos felices.
Acuérdense siempre que la Iglesia es la familia de Dios y que todos nosotros somos parte de la familia de Dios. En la Iglesia católica nos sentimos siempre acompañados y apoyados en todas nuestras necesidades. Las necesidades espirituales y las materiales.
Y no se olviden que Dios está siempre con nosotros, Padre, Hijo y Espíritu Santo. No dejen de sentir la presencia de Dios en sus vidas y acudan siempre a la ayuda de Dios en sus necesidades.
Al final de la Misa les vamos a regalar un rosario para que también sientan la presencia de la Virgen Maria, Madre de Dios y madre nuestra.
Yo siempre traigo el Rosario conmigo. Y lo rezo todos los días. Y me ha servido siempre mucho por lo que se los recomiendo a ustedes.
Hoy le pedimos a la Santísima Virgen Maria que los acompañe siempre y que los lleve a estar siempre muy cerca de Dios.
1. Lecturas (Solemnidad de la Santisima Trinidad): Deut. 4:32-34, 39-20; Ps. 33:4-6, 18-20, 22; Rom. 8:14-17; Matt 28:16-20.