En una carta dirigida a los católicos de la Arquidiócesis de Los Ángeles, el Arzobispo José H. Gómez abordó hoy los recientes escándalos de la Iglesia Católica que han tenido lugar en los Estados Unidos. El texto de su carta es el siguiente:
Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Éste es un momento de tristeza y confusión para todos nosotros, debido a las recientes revelaciones sobre los pecados y abusos en la Iglesia de este país.
Estoy orando por ustedes y por sus familias, así como también por nuestros jóvenes; por nuestros obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas y religiosos. Y estoy orando todavía más intensamente por las víctimas sobrevivientes de estos crímenes.
Y sobre todo, estoy tratando también de ofrecer penitencia, hasta el menor sacrificio posible, por todos los que han sufrido abusos por parte de los pastores de la Iglesia.
En cierto sentido, los pastores de la Iglesia no son diferentes a cualquier otro cristiano. Todos estamos llamados a la santidad, a crecer en nuestra relación con Jesús y a glorificar a Dios con nuestras vidas. Pero el sacerdote, está consagrado ante todo para servir “en la persona de Cristo.”
Por eso el mal que está en la raíz de estos escándalos es tan terrible. La confianza en lo sagrado se ha visto quebrantada por hombres a quienes Jesús escogió para ser sus representantes en la tierra. Estos sacerdotes han traicionado a Cristo y han hecho violencia a sus niños. La crueldad que han cometido proyecta una sombra sobre el sacerdocio y sobre la gran mayoría de los sacerdotes que son buenos y fieles servidores del Evangelio.
Entiendo la ira y la frustración que la gente manifiesta contra la Iglesia y contra sus líderes en este momento. Por mi parte estoy experimentando una profunda tristeza. Estoy horrorizado de que tales crímenes puedan ser cometidos contra inocentes hijos de Dios. Necesitamos responsabilizar a las personas y hemos de expiar estos pecados como Iglesia.
Soy miembro del comité ejecutivo de los Obispos de E.U.A. Y hemos emitido dos declaraciones que creo que son un buen comienzo para responder a la crisis actual. Estas propuestas pueden contribuir en gran medida a aumentar la transparencia y a afrontar la cultura del clericalismo que contribuyó a estos abusos y a las fallas en el liderazgo.
Aquí en la Arquidiócesis de Los Ángeles, tenemos un sistema eficaz para informar e investigar presuntos abusos por parte de sacerdotes y para retirar a los culpables del ministerio. Nuestro comité de supervisión incluye tanto a clérigos como a laicos expertos, pertenecientes a diversas profesiones. Incluye asimismo a personas que han experimentado abusos. Hemos establecido también un extenso programa de educación y verificación de antecedentes para garantizar que nuestros niños estén seguros y protegidos en nuestras parroquias, escuelas y ministerios.
Seguimos comprometidos con mantener seguros a nuestros niños y con proporcionar un ambiente compasivo en el que las víctimas sobrevivientes puedan hacerse presentes para buscar justicia y encontrar la sanación. Si usted o alguien que usted conoce es víctima de abuso clerical aquí en Los Ángeles, lo aliento a que llame a numero gratuito (800) 355-2545 o que visite nuestro sitio web.
Los programas, protocolos y métodos más eficaces son esenciales, pero no son suficientes.
La crisis más profunda de la Iglesia actual es espiritual y moral. Creo que tenemos que responder a esta crisis con un nuevo llamado a la penitencia y a la purificación y con un nuevo empeño en llevar una vida santa.
La renovación de la Iglesia es, ante todo, un deber para los obispos y los sacerdotes. Necesitamos hacer penitencia con humildad por lo que han hecho nuestros hermanos. Necesitamos vivir con sencillez e integridad y ser modelos de conversión y de santidad. Ahora más que nunca, le pido a Dios que cada obispo y cada sacerdote redescubra su amor a Jesucristo y arda con un nuevo deseo de llevar la santidad y la salvación a nuestro pueblo.
Estoy seguro de que el Espíritu Santo suscitará santos en todos los ámbitos de la vida para renovar y reconstruir su Iglesia en este momento de necesidad. Lo que sucedió es responsabilidad de los obispos y sacerdotes; eso está claro. Pero el camino a seguir implicará que los laicos y el clero trabajen juntos.
Renovar y reconstruir la Iglesia es algo que lleva tiempo. La conversión, que significa cambiar nuestras vidas asimilándolas a la imagen de Jesucristo, es un proceso continuo, que dura toda la vida.
Debemos entonces, empezar de nuevo en este momento, comenzando con aquellos de nosotros que somos obispos y sacerdotes. Todos nosotros, los que formamos parte de la Iglesia, hemos de comprometernos nuevamente con las prácticas básicas de nuestra vida cristiana: la oración personal, la Eucaristía y la Confesión, las obras de misericordia, el crecimiento en las virtudes.
Mis queridos hermanos y hermanas, no pierdan la esperanza en la Iglesia. Jesús nos dijo que Dios permite que el mal crezca junto con el bien, tanto en el mundo como en la Iglesia. Esta verdad no nos hace excusar o aceptar lo que ha sucedido; todo lo contrario. En este momento, nuestro Señor cuenta con nosotros. Así que por favor no se dejen llevar por el desaliento. Pongan su esperanza en la promesa de Dios: donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.
Por favor sigan orando por mí y tengan la seguridad de que yo estoy orando por ustedes. Oremos estos días de manera especial por cada persona que haya sido herida por miembros de la Iglesia y sigamos trabajando para ayudarlos a sanar.
Y pidámosle a nuestra Santísima Madre María que interceda por nosotros y nos dé el valor y la sabiduría necesarios para purificar a la Iglesia y para renovar nuestro amor por Jesucristo y por su Evangelio.
Que Dios les conceda la paz,
Excelentísimo Monseñor José H. Gomez, Arzobispo de Los Ángeles