¡Cómo les decía, quiero desearles a todos los Papas un Feliz Día del Padre!
Ser padre es un llamado a servir, a amar y a sacrificarse. Y en el amor que un padre siente por su esposa y por sus hijos, vemos el amor que Dios, nuestro Padre, tiene por nosotros. ¡Felicidades!
Hoy celebramos la solemnidad de Corpus Christi, el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
En la Misa de hoy empezamos el proyecto del Renacimiento Eucarístico Nacional que es una iniciativa de los Obispos de los Estados Unidos y que se llevara a cabo en todas las diócesis de nuestro país y terminara con un Congreso Eucarístico Nacional en Julio del 2024.
So today we celebrate this holy Eucharist with all of you on this beautiful solemnity of Corpus Christi, the Body and Blood of Christ. And Happy Father’s Day to all the fathers!
And today we also begin the National Eucharistic Revival, which is an initiative of the United States Catholic bishops. This revival — Eucharistic revival, as I said — will go on for the next two years, closing with a National Eucharistic Congress in Indianapolis, in July 2024.
El Renacimiento Eucarístico no es un programa o un evento. Es un tiempo de gracia, un nuevo encuentro con Jesus y un momento para crecer en nuestra relación con El.
Queremos despertar en la Iglesia en nuestro país, despertar en cada el corazón de cada católico, lo que el Papa San Juan Pablo II llamo, ‘Asombro Eucarístico’.
En la Eucaristía contemplamos el maravilloso misterio del amor de Nuestro Señor.
Este misterio se hace realidad cada día, en cada altar, en cada Iglesia Católica, en todo el mundo. Hasta el fin de la tierra. Desde el amanecer hasta la puesta del sol.
A lo largo de su ministerio, Jesus nos dio señales de la Eucaristía como la que escuchamos en el Evangelio de hoy, el milagro de la alimentación de los cinco mil.
“Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos para que ellos los distribuyeran entre la gente.”
Pero, desde luego, sabemos que Jesus instituyó la Eucaristía la noche anterior a su muerte por nosotros, en la Ultima Cena.
Como escuchamos en la segunda lectura de la Misa de hoy:
“… el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.
En la Eucaristía, vemos con claridad que Jesus nos amó hasta el final, que dio todo lo que tenía por nosotros en la Cruz.
Jesus dio su vida por nosotros y nos llama a seguirlo y a caminar con él. Nos llama a amar como el ama y a dar la vida por los demás.
Como Jesus se humillo a sí mismo para participar en nuestra humanidad, en la Eucaristía, Jesus nos llama a participar en su divinidad. Jesus quiere vivir su vida en nosotros y quiere que nosotros vivamos nuestras vidas por él, con el y en él.
Por eso hoy necesitamos reflexionar en que de la misma manera que el pan y el vino que se ofrece en la Misa se transforma en el Cuerpo y la Sangre de Jesus, nuestras vidas se tienen que transformar a través de la Eucaristía.
Estamos llamados a vivir el misterio de amor que celebramos en la Eucaristía. Estamos llamados a hacer de nuestras vidas algo muy bello que ofrecemos a Dios.
Lo resume de una manera sencilla y practica San Josemaría Escrivá:
“Jesús se quedó en la Eucaristía por amor..., por ti. —Se quedó, sabiendo cómo le recibirían los hombres... y cómo lo recibes tú. —Se quedó, para que le comas, para que le visites y le cuentes tus cosas y, tratándolo en la oración junto al Sagrario y en la recepción del Sacramento, te enamores más cada día, y hagas que otras almas — ¡muchas!— sigan igual camino. (Forja, 887).
Queridos hermanos y hermanas, la Eucaristía es un misterio que tenemos que vivir. Tenemos que ser almas de Eucaristía que vivimos sabiendo que Jesus está con nosotros y que estamos llamados a compartir su amor con los demás.
En estos próximos dos años tenemos una increíble oportunidad para renovar nuestra devoción y nuestro amor personal a Nuestro Señor en la Eucaristía.
Pidamos hoy la gracia de crecer en nuestra devoción a la Sagrada Eucaristía, renovando nuestra fe en la presencia real de Jesus en la Comunión para que, de verdad, sea el centro y la raíz de nuestra vida cristiana.
Y que Maria Santísima interceda por nosotros para tengamos, todos personalmente y como Iglesia en los Estados Unidos, un auténtico renacimiento Eucarístico.
As I said, after the celebration of Mass we have the Eucharistic procession around the streets of Los Angeles to begin this Eucharistic revival in the Archdiocese of Los Angeles.
So we have a beautiful opportunity in these next two years to revive our personal love for our Lord in the Eucharist.
So let’s ask for the grace to renew our devotion to the Eucharist, renewing our faith in the real presence of Jesus in Holy Communion. And making sure that it is the center and root of our Christian life.
Let us ask Mary Our Blessed Mother to intercede for us — that all of us, each one of us and the entire Catholic Church in the United States — will have an authentic Eucharistic revival.
1. Readings: Gen. 14:18–20; Ps. 110:1–4; 1 Cor. 11:23–26; Luke 9:11b–17.