Excelentísimo Señor José H. Gómez Arzobispo de los Ángeles
Siervas de María, Ministras de los Enfermos Los Angeles, California 4 de diciembre de 2021
Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo, y especialmente ustedes, queridas hermanas, Siervas de María, Ministras de los Enfermos:
1
El día de hoy celebramos el 85 aniversario del martirio de sus heroicas hermanas, que tuvo lugar durante la persecución de la Iglesia ocurrida en el transcurso de la guerra civil española.
“La sangre de los mártires es semilla de la Iglesia”. Esta expresión de la Iglesia primitiva se ha verificado como cierta desde los tiempos del Imperio Romano, en la época de los Apóstoles, hasta
los horrores de la España revolucionaria de los años treinta.
Y sigue siendo cierta en nuestros días, en que hay tanta gente que está padeciendo el martirio en tantos países de todo el mundo.
La sangre de los siervos de Dios sigue siendo derramada por los perseguidores de la Iglesia. Pero Dios no se siente ofendido pues él saca bienes de los males
2. En la oscuridad de nuestro mundo, Dios hace brillar su luz. Y del valle de la muerte, Él hace surgir vida nueva.
La Iglesia resurge más fuerte en medio de la persecución y se renueva en la ofrenda de los que dan la vida por el Evangelio.
Como lo escuchamos en la primera lectura:
“Pero ellos…han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el testimonio que dieron, pues su amor a la vida no les impidió aceptar la muerte. Por eso, alégrense los cielos y todos los que en ellos habitan”.
Así que hoy es un día de alegría. Porque Dios les da la victoria a sus mártires, les entrega la corona de la gloria.
Los nombres de sus hermanas —la Beata Aurelia, la Beata Daría,
la Beata Agustina y la Beata Aurora— están, todos ellos, escritos
en el cielo
3.
Las hermanas conocían los riesgos que corrían; no desconocían el alto costo de ser religiosas. Entendían que estaban viviendo en un tiempo en el que la Iglesia era perseguida y los creyentes —especialmente los obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos— estaban siendo asesinados.
Pero no dieron marcha atrás, sino que se mantuvieron con los ojos fijos en Jesús.
Confiaron en Jesús, confiaron en esa promesa suya que escuchamos hoy en el Evangelio: “
¡No tengan miedo!... A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos”.
¡Ellas se rehusaron a negar a Jesús! Se rehusaron a negar que eran hermanas religiosas, a pesar de que sabían que el admitir eso les costaría la vida.
Y, como sabemos, los revolucionarios las localizaron y, en los primeros días de diciembre de 1936, fueron ejecutadas en Madrid.
Sin duda estaban llenas de amor de Dios y estaban totalmente dedicadas a su vocación. No nos dejaron un gran legado de escritos espirituales, sin embargo, sus vidas son palabra de Dios.
La beata Daría dijo en una ocasión:
“Deseo el martirio del sacrificio cotidiano y, si Dios así lo quiere, también el de la muerte: el de morir mártir por él”4.
Ése es su mensaje para nosotros. Nuestra fe católica nos llama al sacrificio, a la abnegación, a imitar a Jesucristo con nuestro amor.
No todos estamos llamados a ser mártires como sus hermanas.
Pero todos estamos llamados a seguir a Jesús y a imitar su amor, donde quiera que sea que nos encontremos; justo ahí, en donde nos encontremos.
Todos sabemos que no es fácil seguir a Jesús. Para ello se requiere fe, esperanza y amor. Y, sin duda, fortaleza, valentía. Por eso, hoy les pedimos a nuestras santas hermanas que intercedan por nosotros, para que tengamos siempre el valor de proclamar y vivir nuestra fe en Jesucristo.
También les pedimos su intercesión por los millones de personas de todas partes del mundo que son perseguidas actualmente por su fe. ¡Que Dios les dé su fortaleza y su consuelo a todos aquellos que sufren por su nombre!
Así pues, ahora que honramos la memoria de sus mártires, pidámosle a Nuestro Señor que nos dé la fuerza para poder nuevamente cargar con nuestra cruz el día de hoy y todos los días, para seguir entregando nuestra vida en servicio de su Evangelio.
Y pidámosle a Santa María, Salud de los Enfermos, que interceda por todos nosotros y por la Iglesia universal, para que la sangre de estas mártires se convierta en semilla de un renacimiento del amor en nuestros corazones y en nuestro mundo.
1. Lecturas: Apoc. 12, 20-12a; Mt. 10, 28-33.
2. Gál 6,7; Gén 50,20.
3. Beata Aurelia Arambarri Fuente, Beata Daría Andiarena Sagaseta, Beata Agustina Peña Rodríguez, y Beata Aurora López González; entre los 522 mártires españoles beatificados por el Papa Francisco, 13 de octubre de 2103.